LA FÁBULA DEL COLIBRÍ

Cuenta la leyenda que un día un enorme incendio arrasó el bosque, y todos los animales, aterrorizados, huían despavoridos. El fuego rugía con ferocidad, devorando todo a su paso.

De repente, el jaguar, uno de los más temidos habitantes del bosque, vio pasar sobre su cabeza al colibrí, volando en dirección contraria, es decir, hacia el fuego. Le extrañó enormemente, pero no se detuvo. Al instante, el colibrí volvió a cruzar su camino, esta vez en su misma dirección. Observó cómo la pequeña ave realizaba este ir y venir una y otra vez, hasta que no pudo contener la curiosidad y decidió preguntarle:

—¿Qué haces, colibrí? —le inquirió el jaguar, sorprendido por su extraño comportamiento.

—Voy al lago —respondió el colibrí—. Tomo agua con el pico y la echo sobre el fuego para apagar el incendio.

El jaguar soltó una risa burlona.

—¿Estás loco? —dijo—. ¿Crees que tú solo podrás apagar un fuego tan grande con tu pequeño pico?

—Lo sé —contestó el colibrí con firmeza—. No puedo hacerlo solo, pero este bosque es mi hogar. Me alimenta, me da cobijo a mí y a mi familia. Estoy agradecido por eso. Yo ayudo a que crezca polinizando sus flores. Soy parte de él, y él es parte de mí. Aunque no puedo apagar el fuego por mí mismo, debo hacer mi parte.

Al escuchar las palabras del valiente colibrí, los espíritus del bosque, conmovidos por su devoción y coraje, decidieron intervenir. Se unieron en un poderoso llamado y enviaron un torrencial chaparrón que finalmente extinguió las llamas del incendio.

Desde entonces, las abuelas indias narraban esta historia a sus nietos, concluyendo con sabiduría:

—¿Quieres atraer los milagros a tu vida? ¡Haz tu parte!